Lysa TerKeurst

14 de noviembre de 2024

No me gusta que me tomen por sorpresa
LYSA TERKEURST

Bendito el hombre que confía en el SEÑOR y pone su confianza en él. Jeremías 17:7 (NVI)

Me imagino que conoces a personas que les encanta la emoción de ser sorprendidas.

Les encantan las fiestas sorpresa. Les encantaría llegar al trabajo hoy y enterarse de que dejar su escritorio rápidamente para irse de vacaciones en solo unas horas. Incluso les encantaría que uno de esos programas de cambio de imagen apareciera en su casa con un equipo de filmación y un vestuario completamente nuevo.

Las sorpresas les resultan emocionantes. Como lo que sienten algunas personas cuando una montaña rusa que pensaban que había terminado de repente vuelve a despegar y comienza a dar vueltas al revés. Levantan las manos y acogen la emoción de lo desconocido.

A eso le llaman diversión. Sin embargo, yo no lo veo así.

Por lo general, puedo manejar mi desagrado a las sorpresas en todas las situaciones que acabo de mencionar. Mis amigas me conocen lo suficiente para no hacerme una fiesta sorpresa. Después del shock inicial, unas vacaciones sorpresa o un nuevo vestuario podrían ser agradables. Incluso podría ser capaz de soportar una montaña rusa, si pudiera revisarla a fondo y conocer su ruta antes de aceptar montarme en ella.

Pero la vida es diferente. La vida da vueltas y giros inesperados en lugares que creemos que serán planos y suaves. A veces nos toma por sorpresa.

Al final del día, supongo que por eso no me gusta que me sorprendan. Cuando me toman por sorpresa me siento expuesta, asustada, en una situación incómoda antes de que haya tenido tiempo de pensar en mi respuesta.

Pero poco a poco… estoy aprendiendo que el ser sorprendida no siempre es algo negativo.

Ese lugar vulnerable nos recuerda que tenemos necesidades más allá de lo que podemos manejar. El sentir vulnerabilidad y temor nos recuerda que necesitamos a Dios. Desesperadamente. Completamente.

Y en esa brecha entre lo que pensamos que podemos manejar por nuestra cuenta y lo que no podemos manejar, la fe tiene la oportunidad de echar raíces profundas. Raíces que se profundizan en la esperanza, el gozo y la paz que solo Dios puede ofrecer.

Me estoy desafiando a mí misma a recordar que mi fe no solo necesita crecer en tamaño, sino que necesita crecer profundamente, como lo describe la Biblia en Jeremías 17:7-8:

»Bendito el hombre que confía en el SEÑOR y pone su confianza en él. Será como un árbol plantado junto al agua que extiende sus raíces hacia la corriente; no teme que llegue el calor y sus hojas están siempre verdes. En época de sequía no se angustia y nunca deja de dar fruto» (NVI).

¿Cómo obtenemos raíces espirituales profundas? De la misma manera que a un árbol le crecen raíces físicas profundas. Las raíces de un árbol nunca se someterán al dolor y al esfuerzo de cavar más profundo hasta que no haya suficiente agua de la superficie para satisfacerlo. Hay agua que se puede encontrar en los lugares más profundos.

Y el regalo de pasar por dificultades para llegar a aguas más profundas es que las raíces más profundas pueden ayudar al árbol a resistir los vientos fuertes de las tormentas más grandes. Un árbol con raíces poco profundas corre un gran peligro de ser derribado y sacado.

Tenemos mucho en común con los arboles. La búsqueda superficial de Dios producirá una creencia superficial y nos dejará vulnerables a la caída. Pero la búsqueda profunda producirá una creencia profunda y nos equipará para mantenernos firmes, sin importar lo que nos tome desprevenidos.

  • Las raíces profundas nos mantienen seguras en el amor de Dios cuando llega el miedo.
  • Las raíces profundas nos anclan en la verdad de que Dios tiene el control, incluso cuando las dificultades inesperadas nos rodean como vientos rebeldes.
  • Las raíces profundas nos mantienen firmes en la paz de Dios durante la tormenta que no apareció en nuestro radar.
  • Las raíces profundas se nutren en la gracia de Dios cuando la superficie se seca terriblemente.
  • Las raíces profundas nos impulsan a crecer en nuestra fe más de lo que de otra manera estaríamos lo suficientemente desesperadas como para hacerlo.
  • Las raíces profundas nos recuerdan que cuanto más rápido le entreguemos a Dios lo que no entendemos, menos sufriremos.

Estoy aprendiendo a no tener tanto miedo de lo que pueda estar a la vuelta de la esquina, incluso si me toma por sorpresa. Cierro los ojos y susurro al Señor, más profundo aún. Y con eso, puede que no esté completamente lista, pero puedo ser mucho más firme con cada siguiente paso.

Señor, estoy tan agradecida de que Tú tengas el control y siempre tengas un plan. Más de lo que me disgusta que me tomen por sorpresa, te amo y confío en Ti. Ayuda a que mis raíces crezcan profundamente mientras abro mis manos y mi corazón en rendición a Ti. Gracias por las perspectivas sanadoras que me estás mostrando a través de Tu Palabra hoy. En el Nombre de Jesús, Amén.

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¿De qué manera te alienta el saber que “¡El fiel amor del SEÑOR nunca se acaba!”? ¿Cuándo te es más reconfortante recordar que nada le toma por sorpresa a Dios? ¿Cuándo te resulta más difícil confiar en Él?

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