Lysa TerKeurst

7 de noviembre de 2024

Pero ¿y si pudieras lograrlo?
LYSA TERKEURST

¡Ya puedes, alma mía, estar tranquila, porque el SEÑOR ha sido bueno contigo! Salmo 116:7 (NVI)

Se trataba de una simple máquina de hacer hielo que dejó de funcionar. No era un evento catastrófico.

Yo estaba a salvo. Estaba en un buen lugar. Y tenía muchas ganas de pasar unos días de vacaciones. Pero cuando se rompió la máquina de hacer hielo en la casa de la playa en la que nos estábamos quedando, comencé a dar vueltas en espiral. Estaba reaccionando desproporcionadamente ante la situación menor que tenía delante. Y cuando eso sucede, sé que no se trata sólo de la situación actual sino que todas los demás factores están conectados también.

¡No puedo arreglar esto! Y no puedo encontrar un técnico. Y si encuentro a alguien que me ayude, ¿qué pasa si tengo que pedir una pieza? ¿Y qué pasa si esa pieza está en pedido en espera? O peor aún, ¿qué pasa si no se puede solucionar? Ahora aquí estoy con otra cosa rota y ¡no hay nada que pueda hacer al respecto!

Por lo general, me “dejo llevar por la corriente”. Pero no en este día.

Como a la tercera vez que dije en voz alta: «¡no puedo arreglar esta máquina de hacer hielo!» me detuve y cuatro palabras aparecieron en mi cabeza«Pero, ¿y si pudiera?»

¿Qué pasa si intento arreglarlo? ¿Qué es lo peor que podría pasar: que se arruine? Ya está rota. Puse los ojos en blanco ante lo absurdo de lo que estaba a punto de intentar. Busqué en Google “cómo arreglar una máquina de hacer hielo”. Fue una búsqueda demasiado general, que arrojó demasiadas opciones y demasiadas instrucciones escritas. Luego decidí buscar en YouTube y limité mi búsqueda al nombre del refrigerador.

Vi el video varias veces. Abrí el congelador. Y no es broma: ¡lo logré! ¡Reparé la máquina de hacer hielo! ¡Si hubieras visto mi baile de la victoria en esa cocina, habrías pensado que acababa de escalar el Monte Everest o que había terminado de correr un maratón!

Sé que esto resultó en mucho drama en torno a lo que debería haber sido simplemente una molestia cotidiana. ¿Pero no es aquí donde muchas de nosotras nos desmoronamos? Puede ser esa última cosa pequeña que se descompone, sumada a todo el dolor que llevamos, la que nos abre de par en par y deja escapar otro torrente de lágrimas.

En realidad, nunca se trató de la máquina de hacer hielo. Fue un momento de resiliencia que pude ver, tocar y celebrar. Esta resiliencia fue una evidencia tangible de que estaba sanando, creciendo y avanzando al probar cosas nuevas.

Sobre todo, fue un momento en el que no sucumbí a las limitaciones de vivir lastimada. He escrito en mi diario muchas veces: “El hecho de que me hayan herido, no significa que tenga que vivir lastimada”. Eso es fácil de escribir, pero resulta difícil vivirlo.

Ese día en la cocina, arreglé aquella máquina de hacer hielo en un acto de rebeldía y resiliencia. Y sabía que esto sería una parte importante para desatascarme y seguir adelante.

Para mí, las palabras “no puedo” indican estancamiento.

No puedo lidiar con esto. No puedo hacer esto. No puedo confiar en la gente. No puedo arreglar esto. No puedo cambiar. Creo que esto nunca vaya a mejorar. No deseo intentarlo. No creo que sea posible. No creo que Dios tenga un buen plan para mí. No deseo volver a tener esperanzas.

Ojo aquí. Si no cuidamos bien este tipo de procesamiento roto, nuestros “no puedo” se convertirán en “no lo haré”.

No haré esto.
No confiaré en la gente.
No arreglaré esto.
No cambiaré.
No lo intentaré.
No me lo voy a creer.
No confiaré en que Dios tenga un buen plan.
No volveré a tener esperanzas.

La sanidad tiene varias capas y puede ser complicada. Se requiere tiempo para procesar y superar el dolor, la traición y la confianza rota… probablemente más tiempo del que cualquiera de nosotras quisiera que tomara. Pero si escuchamos nuestros “no puedo”, nos aseguramos de que no se conviertan en “no lo haré”, hoy podemos ver un avance significativo. Desarrolla nuestros músculos de resiliencia hoy. Demuestra hoy que ser valiente no siempre es algo que sentimos, es algo que hacemos.

Resistamos el temor y la ansiedad y alineémonos con la verdad hoy, como el Salmo 116:7: “¡Ya puedes, alma mía, estar tranquila, porque el SEÑOR ha sido bueno contigo!”.

Amiga, no hace falta que arregles una máquina de hacer hielo, pero no te pierdas la oportunidad de superar un “no puedo” hoy. Intenta usar algunas palabras nuevas… Estoy dispuesta a intentarlo. Quizás pueda encontrar a alguien que pueda enseñarme. Esta es una oportunidad para ser valiente. Pero, ¿y si pudiera lograrlo?

Padre celestial, algunas de las circunstancias que veo frente a mí parecen demasiado arriesgadas para comprenderlas, y mucho menos para afrontarlas sigilosamente. Pero sé que estás poniendo ante mí oportunidades en las que puedo practicar pequeños actos de resiliencia con Tu mirada amorosa y vigilante sobre mí. Ayúdame a hacer cosas buenas y valientes, especialmente en las temporadas en las que tal vez no me sienta valiente en absoluto. En el Nombre de Jesús, Amén.

RECOMENDAMOS

En su nuevo libro, Quiero confiar en ti, pero no puedo, Lysa TerKeurst te muestra qué hacer con tu escepticismo y desconfianza para que puedas sanar de las traiciones del pasado y avanzar con fuerza y resiliencia. Puede que un amigo te decepcione constantemente, un líder o una organización que respetas resulte ser diferente de lo que aparenta, tu cónyuge te engañe, un familiar te traicione, y te preguntes: Si Dios permite que esto ocurra, ¿puedo confiar en Él? Lysa te ofrece formas prácticas y bíblicas para desarrollar la estabilidad que anhelas dentro de ti y con Dios, para que no te vuelvas cínica ni lleves un sistema de creencias equivocado a cada nueva relación.

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PROFUNDICEMOS

Salmo 116:8-12, Tú, SEÑOR, me has librado de la muerte, has enjugado mis lágrimas, no me has dejado tropezar. Por eso andaré siempre delante del SEÑOR en esta tierra de los vivientes … ¿Cómo puedo pagarle al SEÑOR por tanta bondad que me ha mostrado? (NVI)

¿Cómo has visto al Señor ser bueno contigo en temporadas en las que tal vez no te hayas sentido bien? ¿Hay algún pequeño paso de valentía que puedas dar hoy como acto de gratitud para retribuirle algo a Dios?

¡Nos encantaría saber de ti! Comparte tus pensamientos en los comentarios.

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