Lysa TerKeurst

12 de septiembre de 2024

¿Qué hace que el rechazo y la traición sean tan horribles?
LYSA TERKEURST

Yo soy la luz que ha venido al mundo para que todo el que crea en mí no viva en oscuridad. Juan 12:46 (NVI)

Tenía la boca seca. Mis manos un poco entumecidas. Tenía una sensación de opresión punzante en mi pecho. Mi mente se nubló a medida que mis pensamientos se convertían en un caleidoscopio fragmentado de un millón de recuerdos. Las palabras viajaron de mis oídos hasta mi corazón. Sentí todo el impacto de su aterrizaje brusco. A medida que se deslizaban por los lugares más tiernos dentro de mí, ardían, cortaban y desgarraban lo que pensé que sería muy permanente.

A pesar de que esto fue hace décadas, el rechazo y la traición siempre dejan las marcas más profundas y oscuras.

Hoy saqué mi diario y traté de capturar la esencia cruda de lo que hace que estas cosas sean tan horribles. Pero no pude capturarla con palabras finamente elaboradas. En lugar de profundizar en mis pensamientos, los deje venir en frases simples y personales:

Me gusta la estabilidad. 
No me gusta que me sorprendan desprevenida. 
Me gusta sentirme conocida.
No me gusta sentir que no puedo confiar en la gente.

Finalmente surgió una frase que resumía el rechazo mejor que las demás:

No quiero que me arrebaten mi normalidad.

La vida se siente increíblemente arriesgada cuando me recuerdan cómo las circunstancias impredecibles pueden romperse y cambiar para siempre lo que conozco y amo. Y en medio de las consecuencias, algunas piezas nunca vuelven a encajar.

Es como tomar una foto con todas las personas que amas y, de repente, algunas de ellas se cortan a propósito de la foto. El enorme vacío que queda, de alguna manera, es peor que la muerte. Si hubieran fallecido, lamentarías su pérdida. Pero cuando su ausencia es causada por el rechazo o la traición, no solo lamentas su pérdida, sino que también luchas por el hecho de que querían esto. Optaron por apartarse.

Aunque quedas devastada, ellos se van sintiéndose aliviados. O peor aún, incluso podrían sentirse felices. Y ahí te sientas, mirando una foto desordenada que ningún pegamento en el mundo puede arreglar. ¿Lo normal? Arrebatado. No por casualidad. Muy a propósito, por alguien que nunca hubieras imaginado fuera un ladrón.

El rechazo y la traición roban la seguridad de todo lo que pensábamos que era hermoso y estable y nos dejan con el corazón roto y la confianza destrozada.

Pero Dios. Él está ahí. Jesús dijo: “Yo soy la luz que ha venido al mundo para que todo el que crea en mí no viva en oscuridad” (Juan 12:46). Con Jesús puedo salir de este lugar oscuro de rechazo y caminar hacía la luz.

Sí, Él es el único que puede ayudarme, sanarme y hablarme cuando esté sufriendo.

Dios habla a mi corazón. Como cuando tomo un sorbo de jugo de naranja justo después de cepillarme los dientes, me estremece el sabor inesperado… el sabor de gracia.

¡¿Por qué la gracia?! El hecho de que me hayan lastimado no significa que ahora tenga que vivir lastimada. Puedo enfadarme y amargarme e incluso optar por aislarme. O puedo elegir la gracia.

Las personas lastimadas lastiman a otras personas.
Las personas sanadas sanan a otras personas.
Y yo quiero pertenecer a ese último grupo.

Esto no significa que estemos de acuerdo con lo que nos pasó. Pero sí significa que vamos a elegir avanzar hacia un futuro más brillante. Verás, el trauma de que nuestra confianza sea quebrantada por personas que pensamos que nunca nos traicionarían te cambia la vida. Pero no tiene por qué arruinar la vida.

No hay nada que podamos hacer para eliminar el dolor del rechazo y la traición. ¡Oh, cómo desearía que lo hubiera! Con cada fibra de mi ser, desearía poder eliminarlo de mi mundo y del tuyo. Pero no puedo. Sin embargo, podemos elegir permitir que cada vacío en nuestros corazones rotos se convierta en una oportunidad para crear más y más espacio para la gracia. Que sea así para nosotras.

Dios Padre, por favor ayúdame a ser una mujer que da gracia rápidamente, incluso cuando es lo último que quiero hacer. Gracias por la gracia que me extiendes todos los días. En el Nombre de Jesús, Amén.

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No tienes que seguir sufriendo por lo que te hayan hecho otras personas. ¿Alguna vez te has sentido atrapada en un ciclo de dolor sin resolver, repitiendo las ofensas una y otra vez en tu mente? Sabes que no puedes continuar así, pero no sabes qué hacer. Lysa TerKeurst ha luchado en este proceso también. Pero de una manera sorprendente, ha descubierto cómo deshacerse del resentimiento acumulado y superar la resistencia a perdonar a las personas que no están dispuestas a hacer las cosas bien. ¡Lee Perdona lo que no puedes olvidar para aprender más! 

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PROFUNDICEMOS

Isaías 53:3a, Despreciado y rechazado por los hombres, varón de dolores, habituado al sufrimiento. (NVI)

¿De qué manera te brinda consuelo hoy el saber que Jesús se identifica con tu dolor y tus sentimientos de rechazo?

¡Nos encantaría saber de ti! Comparte tus pensamientos en los comentarios.

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