26 de diciembre de 2024 Tus lágrimas no son desperdiciadas… especialmente cuando las compartes con otros |
Ellos lo han vencido por medio de la sangre del Cordero y por el mensaje del cual dieron testimonio… Apocalipsis 12:11a (NVI)
El peor tipo de soledad para mí es estar rodeada de gente y aun así sentirme completamente sola.
Puedo experimentar la soledad en un restaurante lleno de bullicio, actividad y gente hablando en voz alta, unos por encima de otros. Puedo sentirla en un centro comercial lleno de multitudes, avisos por los parlantes y música. Puedo experimentarla incluso en mi casa, llena de voces que conozco.
El mundo gira, la gente se conecta, la música está sonando y ahí estoy yo en medio de todo, sonriendo por fuera pero llorando por dentro.
Es como uno de esos momentos de un espectáculo de Broadway en el que todos los demás actores están congelados en un momento de actividad, pero la atención se centra en la chica desprevenida a la izquierda del escenario. Canta un solo triste sobre todo lo que sucede dentro de su mundo. Y la balada con el corazón quebrantado toca una fibra sensible dentro de esa parte de nosotras que también se siente muy sola. Es un trago amargo porque fácilmente podríamos ser nosotras cantando esa misma canción entre la multitud de nuestras vidas.
Nunca he entendido mejor este sentimiento que cuando atravesé momentos difíciles en mi vida pero no sabía a quién acudir en busca de ayuda. Como no estaba segura de qué decir o con quién era seguro hablar, simplemente pasaba mis días fingiendo conectarme con los demás… pero aún me sentía muy aislada.
Me sorprende la cantidad de mujeres que sienten lo mismo. He recibido notas en persona o a través de las redes sociales que admiten lo solas que se sienten, a menudo debido a un dolor del que no han podido hablar o procesar.
Esta es una táctica enorme del enemigo, Satanás. Él puede hacer que estemos tan consumidas por el dolor y tan convencidas de que nunca mejorará que nos perdamos uno de los mayores regalos de Dios: Dios nos creó para vivir en una comunidad de creyentes donde podemos apoyarnos en la fe de otra persona cuando la nuestra se tambalea. Estas son personas que pueden ayudarnos a ver esperanza en medio de nuestras heridas. Amigas que oran más palabras por nosotras de las que nos dicen directamente. Compañeras que puedan compartir sus testimonios de angustia convertida en sanidad para que no nos dejemos devorar por el dolor de circunstancias similares.
Nos necesitamos unas a otras.
Dios nos diseñó para ayudarnos unas a otras.
Mira al primer ser humano registrado en la Biblia, Adán. Génesis 2:18 nos dice, “Luego Dios el SEÑOR dijo: «No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada»” (NVI).
A lo largo de la Biblia, vemos nuestra necesidad mutua claramente comunicada.
- Mejor son dos que uno, porque obtienen más fruto de su esfuerzo. Si caen, el uno levanta al otro. ¡Ay del que cae y no tiene quien lo levante! (Ecclesiastes 4:9-10, NVI).
- Por eso, anímense y edifíquense unos a otros, tal como lo vienen haciendo (1 Tesalonicenses 5:11, NVI).
- Ellos lo han vencido por medio de la sangre del Cordero y por el mensaje del cual dieron testimonio… (Apocalipsis 12:11a, NVI).
Oh, cómo me encanta especialmente este último versículo. El mensaje de Dios sobre la esperanza que vence el infierno a menudo se predica con mayor fuerza en los labios de aquellos cuyo dolor Él ha convertido en propósito de ayudar a otros.
¿Con quién necesitas compartir tus lágrimas? ¿Quién necesita saber que no está sola?
Sé lo difícil que es sincerarnos sobre nuestras decepciones más profundas. Entiendo lo aterradora que puede ser la vulnerabilidad. Pero también sé que hay alguien más en el mundo que se ahogaría en sus propias lágrimas si no fuera por ver las tuyas. Y cuando haces que otro ser humano vea que no está sola, haces del mundo un lugar mejor.
Dios Padre, estoy muy agradecida de que no desperdicias ninguna de mis lágrimas. Quiero tomar estas lecciones que estoy aprendiendo en mi quebrantamiento y usarlas para ayudar a alguien a sentirse menos sola, menos quebrantada y menos desesperada. En el Nombre de Jesús, Amén.
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2 Corintios 1:3-4, Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que, con el mismo consuelo que de Dios hemos recibido, también nosotros podamos consolar a todos los que sufren. (NVI)
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