Una fiesta te espera
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En Lucas 15, Jesús contó la historia del hijo perdido. La mayoría de nosotros está familiarizado con ella. El hijo le exige a su padre la parte de su herencia. Al hacer eso, en aquella cultura, era como si hubiese deseado que su padre estuviera muerto. El padre le da la parte de su herencia, el hijo va y derrocha todo el dinero en mujeres y juerga. Después de un tiempo termina sin ningún cinco, alimentando a los cerdos, el trabajo más bajo de la sociedad para un joven judío. No obstante, este joven recapacita y decide regresar con su padre con la esperanza de que su padre lo acepte como uno de sus jornaleros.
Por otro lado, su padre estaba ansioso de que su hijo regresara. El versículo 20 dice,
Todavía estaba lejos cuando su padre lo vio y se compadeció de él; salió corriendo a su encuentro, lo abrazó y lo besó.
Yo me imagino que este padre salía todos los días con la esperanza de que su hijo regresara en cualquier momento.
Así se siente Dios de nosotros. Este padre se llenó de compasión. Corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. Eso es una completa demostración de amor y aceptación.
Imagínate la reacción de aquel joven, está a punto de llegar a la casa de su padre, todo el camino ha estado cavilando lo que le va a decir a su papá cuando lo vea. De seguro practicó mentalmente cómo decirle, "padre perdóname, no merezco ser llamado tu hijo, por favor perdóname, sé que la he regado". Sin embargo, los versículos 22-24 dicen lo siguiente,
Pero antes de que el muchacho terminara de hablar, el padre llamó a los sirvientes y les dij "¡Pronto! Traigan la mejor ropa y vístanlo. Pónganle un anillo, y también sandalias. ¡Maten el ternero más gordo y hagamos una gran fiesta, porque mi hijo ha regresado! Es como si hubiera muerto, y ha vuelto a vivir. Se había perdido y lo hemos encontrado". Y comenzó la fiesta.
¿Sabes lo que esos versículos quieren decir? Quiere decir que Dios no necesita escuchar pretextos, no porque no tengan razón, sino porque a Dios no le importa. El amor del Padre para ti y para mí es tan grande para cancelar cualquier pretexto que tengamos para justificar dónde hemos estado, o qué hayamos hecho.
Este joven esperaba el rechazo, pero recibió una cordial bienvenida. Esperaba un sermón, pero recibió amor. Esperaba condenación, pero recibió compasión. Esperaba un "te lo dije", pero recibió una fiesta. Espera el castigo, pero recibió misericordia.
Quizás hoy te encuentras apartado de Dios, pensando "cómo rayos le puedo dar la cara a Dios después de todo lo que he hecho". Quiero decirte que tu Padre Celestial te ama tanto que está ansioso de que regreses a casa. No importa lo que hayas hecho, o que tan lejos te hayas ido. Dios esta anhelando para que conectes con él y regreses a casa.
Quiero que sepas el día de hoy, que en cuanto a Dios se refiere, no tienes que justificarte, solo es cuestión de que le pidas perdón y abras tu corazón. Porque con Dios siempre, siempre puedes regresar a casa no importa que tan lejos te hayas ido. Y te puedo garantizar que siempre habrá una fiesta esperándote.
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