Es mucho más sencillo decirle a nuestros hijos que hagan sus oraciones en lugar de guiarlos en ese proceso. Orar en voz alta es una gran expresión de fe. Aunque muchos de nosotros nos sintamos cómodos orando en voz alta o en grupo, para muchos otros tratar de pronunciar unas cuantas palabras en oración aun con sus hijos es una tarea bastante difícil. Aun cuando tomamos fuerzas para orar con nuestros hijos, muchas veces dejamos que la oportunidad se nos escape en medio de la rutina diaria. Separar un tiempo específico con nuestros hijos para orar junto con ellos construye un camino para que ellos puedan aprender a lidiar con la vida de la manera que Dios diseñó, en conversación y comunión con Él. Deuteronomio 11:20 dice: “Enséñales a tus hijos. Habla de ellas en tus conversaciones cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes.” Cuando parezca desalentadora la tarea de explicarles la fe a nuestros hijos, oremos a Dios por fuerzas y entendimiento para comunicar su verdad a las pequeñas vidas de las cuales nos ha encargado cuidar.