¿Qué hace que orar sea tan difícil? (y que valga tanto la pena)

En la oración, estamos dirigiéndonos a Uno que nunca vemos y que ni siquiera podemos probar que existe. Sin embargo, seguimos ahí, día tras día, año tras año, hablando al Señor Invisible, Poco Probable en la creencia firme de que Él está ahí, que escucha, que le importa y que responderá.

Simplemente no sabemos cómo canalizar en palabras nuestras oraciones. Somos mortales dirigiéndonos al Inmortal, la creación hablándole al Creador, los pecadores arrodillándose ante el Santo.

Nunca estamos completamente seguros de si deberíamos hacerlo de esta forma o de otra forma. Escuchamos a alguien más orar y estamos seguros de que así debe hacerse o los envidiamos por su facilidad al hablarle al Padre.

“Y de la misma manera, también el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; porque no sabemos orar como debiéramos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles” (Romanos 8:26) No sabemos orar como deberíamos.

Sabíamos que no sabíamos. Pero aquí encontramos al gran apóstol admitiendo tener el mismo problema. No estamos completamente seguros acerca de lo que nos consuela—así como en “la miseria ama la compañía”–o deprime, ya que esperábamos que otros orarán mejor que nosotros. Y luego descubrimos que no. Y qué mal está eso.   

Por una buena razón, los encuestadores nunca anuncian el porcentaje de oraciones que son respondidas y qué porción permanece sin respuesta de parte del todopoderoso.

Es imposible saber.

Podemos creer que Dios respondió esta oración o aquella. Podemos creer que nos envió lo que necesitábamos en vez de enviar lo que pedimos. O podemos creer que Él dijo 'no' a nuestro requerimiento. Pero no sabemos con certeza.

No sabemos qué habría pasado si no hubiéramos orado.

No hay forma de hacer énfasis en esto: 95 de 100 veces, nunca sabremos lo que Dios hizo con nuestras oraciones. Oramos por el presidente de los Estados Unidos, pero no tenemos idea si nuestras oraciones hicieron algún bien o no. Oramos por nuestros hijos cuando se van a la escuela, sin dudar si nuestras oraciones son responsables de mantenerlos a salvo, moldear sus mentes y aumentar sus corazones. Oramos por los misioneros al otro lado del mundo, pero ninguno de ellos llama para decir, “¡Gracias por orar! ¡Aquí está lo que Dios hizo hoy en respuesta de tus oraciones!”

Fe en la oración significa que nos dirigimos a Uno que no podemos ver, ni probar que existe, con la esperanza de que Él está ahí y a Él le importa, de que Él está escuchando, y de que Él responderá. Oramos de todos modos.

Fe en la oración significa que hacemos lo mejor que podemos al poner palabras en nuestra oración incluso sabiendo que se está haciendo de forma deficiente. Oramos de todos modos.

Fe en la oración significa que no sabemos hasta que llegamos al Cielo lo que Dios hizo en respuesta a nuestras oraciones. Oramos de todos modos.

Luego la pregunta es, ¿Por qué seguimos orando? ¿Qué nos hace regresar?

Dios ha amontonado el universo en favor de la oración de sus hijos. Amontonado las cartas, por así decirlo.

Todo está en ese sorprendente capítulo ocho de Romanos:

El versículo 26 dice, “Y de la misma manera, también el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; porque no sabemos orar como debiéramos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles”

El versículo 34 dice, “¿Quién es el que condena? Cristo Jesús es el que murió, sí, más aún, el que resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.”

¿Entienden? Tanto el hijo como el Espíritu están de nuestro lado, intercediendo por nosotros con el Padre.

¿Es bizarro eso o qué? Digo, maravillosamente bizarro.

Ahora, no me pregunten qué forma tiene, cómo dos miembros de la trinidad se dirigen al Tercero en representación de algo. La intercesión celestial es abrumadora.

¿Y el Padre? ¿Es hostil con nosotros y tiene que ser convencido para actuar en nuestra representación, para escuchar esas oraciones bebés débiles que enviamos? El versículo 31 nos da la respuesta. “Entonces, ¿qué diremos a esto? Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros?”

¿Entienden? Dios está para nosotros. Dios también es el Padre a nuestro lado.

(Nota: El “si” en “Si Dios está para nosotros” significa “ya que”. Los primeros 30 versículos de Romanos 9 han establecido que Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu Santo trabajan juntos por nosotros. Así que el versículo 31 lo combina todo y dice, “Entonces, ¿qué diremos a esto? Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros?” Por supuesto, la respuesta es que mucha gente puede estar en nuestra contra, pero no importa si la Trinidad de Dios está con nosotros. ¡Y él siempre lo está!

¿Está Dios para nosotros? Sonríe pecador. golpeaste el bote otra vez. “El que no eximió ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos concederá también con Él todas las cosas?” (Romanos 8:32)

Así que, venimos al Padre en oración.

Cuando llegas al cielo, te sorprenderá lo que tus oraciones han logrado.

Lo harás–si sigues orando.

Debemos orar. Y orar y orar y orar un poco más.

Motivémonos unos a los otros a Orar. Debemos hacer de la Casa del Señor una casa de oración para todas las naciones. Y seamos un pueblo de oración.

Por el propósito de Jesús. En el nombre de Jesús. Por la sangre de Jesús. Amén.

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Joe McKeever dice que ha escrito docenas de libros sin publicar ninguno. Con esto se refiere a los más de 1000 artículos acerca de varios asuntos (oración, liderazgo, iglesia, pastores) que pueden ser encontrados en su sitio web – joemckeever.com – y los cuales son mostrados en publicaciones en línea en todas partes. Sus artículos aparecen en una gran cantidad de textos y otras colecciones. Se retiró del ministerio “oficial” en el verano de 2009, Joe permanece ocupado dibujando una caricatura diaria para la Prensa Bautista (www.bpnews.com), como profesor del Seminario Teológico Bautista de Nueva Orleans, como escritor para los Hombres Bautistas en línea para la Junta Misionera Norteamericana, y predicando/dibujando/etc., en convenciones e iglesias alrededor de América. En un periodo de 42 años, McKeever fue pastor de 6 iglesias (las últimas tres fueron las Primeras Iglesias Bautistas de Columbus, MS; Charlotte, NC, y Kenner, LA). Seguido de 5 años como director de Misiones de las Iglesias 135 SBC de Nueva Orleans, durante los cuales el huracán Katrina devastó la ciudad y destruyó muchas iglesias. Joe está casado con Margaret, es padre de tres adultos y orgulloso abuelo de ocho jovencitos terribles. Tiene un título de la Universidad Sureña de Birmingham (Historia, 1962), y del Nuevo Seminario Teológico Bautista (Maestría en Historia de la Iglesia, 1967, y Doctorado del Ministerio en el Evangelismo, 1973). El padre de Joe era un minero de carbón que se casó con la hija de un hacendado. Carl y Lois McKeever, ambos vivieron más de los 95 años de edad, tuvieron 6 hijos, siendo Joe y Ronnie ministros. Joe creció cerca de Nauvoo, Alabama y asistió a la secundaria en Double Springs. El versículo de la vida de Joe es Job 4:4 “Al que tropezaba tus palabras han levantado, y las rodillas débiles has robustecido.”