La historia de Daniel en la fosa de los leones nos enseña sobre las promesas y la fidelidad de Dios aun en aquellos momentos cuando sentimos que ya no hay remedio y que todo está perdido. Esta es tan solo una pequeña historia que resume en breve el valor de Daniel en rehusarse a postrarse ante un hombre en lugar de postrarse delante de Dios y como Dios utilizó a este muchacho para salvar a toda una nación.
 

El rey Darío gobernante de toda Babilonia decidió establecer varias “sátrapas” o estaciones y ponerlas a cargo de hombres fieles a él para llevar a cargo las diligencias del reino sin molestar al rey. Uno de los funcionarios era un muchacho llamado Daniel siervo impecable carácter y fiel a Dios, quien a su vez era líder de los sátrapas. Llenos de celos contra Daniel, los sátrapas conspiraron para poder encontrar algún defecto o corrupción que lo incriminara pero no pudieron encontrar nada.
 

Los sátrapas sabían que Daniel era fiel a Dios y que solo adoraba a su Dios y a nadie mas. Así que idearon un plan para que el rey Darío hiciera un edicto real a la ley en la que se castigara a toda persona que rindiera culto o petición a cualquier Dios o hombre fuera del rey sea echado en la fosa de los leones. El edicto fue firmado y declarado por el rey.
 

Aún conociendo esta nueva ley, Daniel siguió firme y fiel en su corazón en obediencia a Dios postrándose a orar delante de Dios tres veces por día con las ventanas abiertas. Lo sátrapas acusaron a Daniel con el rey y demandaron que pagara con su vida puesto que había roto la ley. Con mucho dolor y angustia el rey quien admiraba a Daniel mandó que fuera echado en la fosa de los leones y que clamara a su Dios para que lo protegiera.