En el capítulo 37 del libro de Ezequiel, Dios le da una visión al profeta en donde se encuentra en medio de un valle de huesos que ya estaban muy secos, cuando Dios le pregunta a Ezequiel si sería posible que este montón de huesos secos volvieran a la vida. Por lo que después, Dios dirige a Ezequiel a hablar a los huesos y a profetizar que recibirán por parte del Señor aliento de vida, quien les hará volver a tener, tendones, músculos, carne y quien los levantara a vida nuevamente y de esta manera conocerán que el Señor es soberano. Tal y como se le fue instruido, Ezequiel repitió las palabras que se le fueron dada, y los huesos secos comenzaron a juntarse y a recubrirse de carne y piel para posteriormente recibir el aliento de vida que sopló desde los cuatro vientos.

 

Ezequiel fue uno de los profetas que Dios escogió para llevar un mensaje de resurrección y esperanza al  pueblo de Israel quienes pensaban que ya estaban acabados y sin vida. A lo cual Dios les respondió que su Espíritu les traería siempre vida y esperanza.