A menudo le hacemos preguntas a Dios, preguntas como: ¿Dónde estás? ¿Por qué permitiste esto? ¿Qué clase de bien puede salir de esto?
Dios también nos hace preguntas, no porque no conozca las respuestas. Él conoce todo. Las preguntas que Dios hace a través de las escrituras, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, nos llevan a pensar en arrepentirnos y regresar.
La primera pregunta que Dios le hizo a Adán en Génesis 3:9 fue: ¿Dónde estás? Todas las demás preguntas que hizo a la humanidad fueron similares, expresando: ¿Qué ocurre en tu corazón? ¿A quién escuchas? ¿Qué crees sobre mí que no es cierto?
Acá hay 10 preguntas que Jesús –Dios en carne propia—hizo en las Escrituras y cómo esas preguntas aún aplican a nuestro día a día.
1.- ¿Quién dices que soy?
Muchas personas estaban confundidas acerca de la identidad de Jesús. Algunos decían que Él era Elías. Otros decían que Él era Jeremías o un profeta. Algunos creían que Él era un buen maestro o un gran mago. Jesús hizo esta pregunta a sus seguidores en Mateo 16:15, no por su propia afirmación, sino porque quien ellos creían que Él haría una diferencia en sus vidas. Él quería que fuesen capaces de contestar de forma acertada.
¿Quién dices que es Jesús? ¿Un buen hombre? ¿Un buen maestro? ¿Uno de los tantos caminos hacia el cielo? ¿O piensas que es el camino, la verdad y la vida (Juan 14:6) como se describió a sí mismo? Quiero que mi respuesta sea como la de Pedro, según se registra en Mateo 16:16 “Eres el Mesías, el hijo del Dios vivo” o que sea un poco más personal, como la declaración de Tomás en Juan 20:28 (pero sin tener que sentir a Jesús para saber que Él es real) “Mi Señor y mi Dios”.
2.- ¿Tú crees?
Muchas personas vinieron hacia Jesús a pedir algo: un milagro, una sanación, un alimento. Jesús los reto con esta pregunta para exponer sus motivos. ¿Querían solo que les diera una mano o de verdad creían en quién era Él y lo que podía hacer?
Cuando nos acercamos a Dios con nuestra lista de compras, la pregunta que permanece en el corazón de Jesús es “¿Tú crees?” Jesús dijo en Mateo 21:22: “Y todo lo que pidáis en oración, creyendo, lo recibiréis.” No tengamos pensamientos duales como ese en Santiago 1:6-8 que duda y “que pida con fe, sin dudar; porque el que duda es semejante a la ola del mar, impulsada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, ese hombre, que recibirá cosa alguna del Señor, siendo hombre de doble ánimo, inestable en todos sus caminos.”. Que nuestra respuesta hacia Él sea como esa del padre del niño poseído por un demonio que respondió honestamente en Marcos 9:24 “Al instante el padre del muchacho gritó y dijo: Creo; ayúdame en mi incredulidad.”
3.- ¿Quieres mejorar?
Esta parecía como una pregunta un tanto incómoda que Jesús le hizo a un hombre que había estado inválido por 38 años. El hombre había estado acostado por el estanque de Betesda esperando ser curado por un espíritu que ocasionalmente movería las mareas. Jesús quería saber si el hombre sabía lo que quería.
Ese hombre quizás habría estado tan sumergido en su pobre situación que se identificó a sí mismo como “el que había estado allí más tiempo” o “el que estaba peor” (Juan 5:1-15) Si Jesús lo curaba, ¿Quién sería?
Cuando nos quejamos con Dios sobre nuestras circunstancias o le damos excusas sobre por qué permanecemos en el mismo lugar, espiritual y emocionalmente, año tras año, quizás la pregunta que dirija a nuestros corazones es ¿Quieres mejorar? ¿Quieres seguir adelante, espiritualmente? ¿Quieres progresar emocionalmente? ¿Quieres avanzar a un nuevo lugar donde Dios pueda ser tu todo, y que no sea la situación que has dejado que te defina?
Que nuestra respuesta a su pregunta sea: Señor Jesús, te quiero. Abre mis ojos para verte por quién eres. Abre mis oídos para escuchar tu voz. Sana mis piernas para poder seguirte. Sana mi corazón para poder amarte más.
4.- ¿Por qué tienes tanto miedo?
En Mateo 8:26, Jesús preguntó a Sus seguidores el por qué estaban tan temerosos de que sus barcas cedieran ante el viento y las olas, especialmente porque él estaba con ellos. Ciertamente, si el hijo de Dios estaba alrededor, ellos llegarían sanos y salvos al otro lado del lago.
Tú y yo tenemos a Jesús con nosotros en cada circunstancia a la que nos enfrentamos. Además, Él prometió que nunca nos dejaría o abandonaría. (Hebreos 13:5). Así que, ¿a qué le tememos? Quiero que mi respuesta sea: Perdóname, Señor, por temer que algo sea más fuerte que Tú o que esté fuera de tu control.
5.- ¿Por qué dudas?
Resulta sencillo creer en Dios cuando pedimos nuestro sustento diario y que nos bendiga en nuestros trabajos y mantenga a nuestra familia segura, pero ¿qué ocurre cuando Dios te pide hacer lo imposible?
Cuando los discípulos de Jesús lo vieron caminando sobre las aguas en medio de una tormenta, estaban atemorizados y pensaron que era un fantasma. Luego, Pedro dijo, “Señor, si eres tú, pídeme que vaya contigo sobre las aguas” (Mateo 14:26).
Jesús le dijo “Ven”. Las escrituras nos dicen “Luego Pedro bajó del bote, caminó sobre las aguas y se acercó a Jesús. Pero cuando vio el viento, tenía miedo, y cuando se empezó a hundir, grito, “Señor, Sálvame” Inmediatamente, Jesús alcanzó su mano y lo sostuvo “Tú, hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?”
6.- ¿Todavía no ven o entienden?
Jesús hizo esta pregunta con frustración en Marcos 8:17. Sin importar lo que vieran que Él podía hacer, sus discípulos aún no comprendían. Jesús había alimentado cuatro mil personas con siete lonjas de pan y unos cuantos pescados.
Antes de eso, Él había alimentado 5,000 más con solo cinco lonjas de pan y dos pescados, había sanado a un sordo y a un mudo, sacado demonios de una niña solo con pronunciar algunas palabras y caminado sobre el agua en frente de ellos mientras observaban desde una barca abatido por la tormenta. ¿Qué más necesitaban ver para entender que Él era el hijo de Dios?
¿Qué has visto a Jesús hacer? ¿Cuántas coincidencias tienes que experimentar para saber que su mano está trabajando en tu vida y tus circunstancias? ¿Cuántas veces tiene que venir hacia ti en el ámbito financiero para hacerte confiar en que Él es tu provisión?
Que tu respuesta a su pregunta sea: Abre mis ojos para verte por quién eres realmente y no dudar nunca más de Tu presencia, Tu poder y Tu provisión.
7.- ¿Tú también te vas a ir?
Jesús dijo algunas cosas que fueron un poco duras de asimilar para su pueblo. Él dijo cosas como “quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y enalteceré a esa persona hasta el último día” (Juan 6:54). Las escrituras nos dicen, “A estas alturas muchos de sus discípulos se alejaron y lo abandonaron. Luego Jesús, volteo hacia los doce y les pregunto “¿Ustedes también se van a ir?” (Juan 6:66-67).
Las palabras de Jesús –y muchas de las cartas del Nuevo Testamento – son difíciles para las personas de hoy en día. Sus palabras parecían intolerantes, sus ideas radicales, sus declaraciones, a veces, juiciosas. ¿No preferirías a un Dios que puedas crear a tu propia imagen, uno que vaya bien con todo lo que crees hoy en día? ¿Tú también te vas a ir? Que nuestra respuesta sea pura como la de Simón Pedro en el versículo 68: “Señor ¿A dónde vamos a ir? Si eres tú el que tienes las palabras que nos darán vida eterna.”
8.- ¿Qué dicen las escrituras?
Las escrituras nos dicen en Lucas 10:23-28 que un experto en leyes se detuvo a probar a Jesús y le pregunto qué era lo que debía hacer para heredar la vida eterna. Jesús respondió la pregunta haciéndole al líder religioso una pregunta. “¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo la lees?” Cuando el hombre citó los grandes mandamientos, Jesús le respondió “Haz esto y vivirás”
Las escrituras son nuestra única autoridad. A estas se refieren como la Palabra de Dios viva y 2 Timoteo 3:16 nos dice “Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia”
Cuando estás predicando, cuando tienes que escoger entre ofender a alguien y ofender a Dios, cuando tienes que trazar una línea en la arena en vez de preguntar “¿Qué haría Jesús? Y tratar de adivinar, mejor pregúntate, ¿Qué dicen las escrituras? Después de todo, es lo que Jesús te diría si le preguntaras qué hacer.
9.- ¿Quién me tocó?
En un lugar bastante concurrido, donde las personas pasaban por todos los lados de Jesús, Él hizo esta pregunta, no porque no sabía quién lo tocó, sino porque Él quería que todos los demás supieran. Jesús estaba bien enterado de la mujer que había sufrido de una hemorragia durante 12 años y había gastado cada centavo que tenía tratando de mejorarse y a la final, solo empeoró.
Él sabía que ella estaba desesperada por ser sanada. Él sabía lo que ella arriesgaba por salir en público y haber tocado a un Rabí, lo que, bajo la ley judía, lo hace ceremoniosamente inmundo. Jesús hizo la pregunta porque quería que ella lo dijera. Él quería que su historia fuera contada.
En Marcos 5:33, leemos que “Entonces la mujer, temerosa y temblando, dándose cuenta de lo que le había sucedido, vino y se postró delante de Él y le dijo toda la verdad.” Ella contó su historia –en público. Todos allí de repente sabían quién era, en qué condiciones había estado y como había sido sanada simplemente por tocar la vestimenta de Jesús.
¿Has experimentado el roce sanador de Jesús? ¿Te ha perdonado y dado una nueva oportunidad en la vida? Entonces cuenta tu historia para que Dios pueda ser glorificado.
10.- ¿Me amas?
Jesús le pidió esto a Pedro, no una, sino tres veces, después de que su discípulo, quien afirmó ser el más leal del grupo, negó públicamente haber conocido a Jesús la noche de su arresto y crucifixión. Jesús hizo esta pregunta tres veces como un regalo a Pedro. Le dio la oportunidad de reafirmar tres veces su amor por su Señor, después de haberlo echado a perder unos días antes. (Juan 21:15-17)
¿La has arruinado también con Cristo? Nunca es tarde para reafirmar tu amor por Él. Jesús dijo en Mateo 22:37 que el mandamiento más grande es “Amar al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente”. Su pregunta a Pedro penetra en nuestros corazones diariamente cuando nos enfrentamos a una elección: ¿Lo seguiremos a Él o al mundo? ¿Él o nuestro dinero? ¿Él u otro amor? ¿Me amas? Cómo deseo que mi respuesta sea: Sí, Señor, más que nada. “Quien tengo en el cielo, pero tú y la tierra no tienen nada que yo desee además de ti” (Salmo 73:25)
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Cindi McMenamin es una oradora nacional y escritora premiada que ayuda a las mujeres y parejas a fortalecer su relación con Dios y con los demás. Es autora de más de una docena de libros que incluyen Cuando las mujeres caminan solas (más de 130,000 copias vendidas), Cuando Dios ve tus lágrimas, Cuando una mujer supera las heridas de la vida, Sin drama: Encuentra paz cuando las emociones te abruman y su libro más reciente: 12 Maneras de experimentar más con tu marido. Ella y su esposo, un pastor, son coautores del libro, Cuando las parejas caminan juntas: 31 días para una conexión más cercana. Para obtener más información sobre sus recursos para ayudarte a fortalecer tu caminar con Dios, tu matrimonio o tu paternidad, visita su sitio web: www.StrengthForTheSoul.com.