La Biblia revela la historia de un Dios amoroso que ha estado persiguiendo a Sus hijos desde el principio de los tiempos. Este Dios nos ama tanto que envió a Su hijo a rescatar la humanidad y a reconciliarnos con Él. Jesús, nuestro Salvador quién tomó en su carne nuestro pecado y murió por nosotros es el héroe de esta historia de redención, y como tal, puede ser encontrado a través de las escrituras, comenzando con Génesis, la primera vez que el pecado invadió la buena creación de Dios. Aunque Jesús no incursionó en la escena palestina del primer siglo. Podemos captar vistazos de Él y Su corazón a través de todo el Antiguo Testamento. A menudo se nombra como “el Ángel del Señor”, (en vez de simplemente un ángel) acá hay 10 encuentros que los estudiosos del Antiguo Testamento como Abram y Gedeón, piensan que tuvieron que ver con Jesús y lo que cada ocurrencia revela acerca de nuestro Salvador y Su amor por nosotros.
1. El “Ángel” que le apareció a un esclavo egipcio llamado Agar.
Originaria de Egipto, Hagar vivió primero como esclavo, luego cuando su ama siguió siendo infértil y necesitaba un vientre sustituto, como la segunda esposa de Abram y finalmente como la madre de su hijo (Génesis 16).
Ella tuvo éxito cuando su ama falló y se volvió despreciativa. Antes de que fuera muy tarde y las cosas empeorarán, Agar huyó al desierto.
Agar estaba embarazada, desesperada y sola. Jesús la vio allí, le dijo que regresara a casa y le prometió un futuro lleno de esperanza. Desde entonces, ella se refirió a Él como El Roi, el Dios que ve, diciendo, “Y Agar llamó el nombre del SEÑOR que le había hablado: Tú eres un Dios que ve; porque dijo: ¿Estoy todavía con vida después de verle?” (Génesis 16:14). En otras palabras, “Aquí, ahora, en mi estado de destitución, ¿he encontrado de verdad a Dios?”
La respuesta fue Sí. Jesús fue hacia ella en el medio de su desesperación y le ofreció esperanza.
Él hace lo mismo con nosotros hoy. El Dios que vio a la egipcia desesperada y todo su dolor también nos ve a nosotros y a nuestro dolor. Él nos ve allí, y por Su gracia, promete que mejores días vendrán, si no es en la tierra, entonces en el cielo.
2. Como uno de los tres extraños que visitó a Abram
En Génesis 18:1 se nos dice, “El Señor”, Jehová en hebreo, le apareció a Abram cerca del “encinar de Mamre”. Abram aún sin hijos, tenía 100 años de edad. Su esposa, aún estéril, tenía 99. Ambos estaban pasados de la edad de tener hijos. Pero un día, tres extraños se acercaron, Jesús entre ellos, y prometieron que en un año a partir de ese día, Abram y Sara finalmente tendrían un hijo.
Sara encontró estas noticias tan imposibles que se rió. Pero un año más tarde quedó embarazada con el “hijo prometido”.
Jesús recordó a Abram y a Sara que recibirían un hijo como se les había prometido –quién, al final señalaba a Él mismo, nuestro Salvador, en quien cada una de las promesa de Dios se hace realidad.
3. El Ángel que permaneció de la mano de Abram mientras estaba por sacrificar a su hijo
Luego de décadas de espera, la promesa de Dios finalmente fue cumplida. El hijo querido de Sara y Abram había nacido. Solo para ser arrebatado de ellos en la forma más atroz, jamás pensada – como un sacrificio en las manos de su propio padre (Génesis 22:1-19).
O al menos, eso parecía.
Pero al creer que Dios podría levantar a su hijo de entre los muertos, Abram obedeció el mandato de Dios y se preparó con su hijo y sirviente para ofrecer el sacrificio más doloroso y jamás imaginado.
En camino, sin ver el animal que necesitaban, su niño preguntó, “¿Dónde está la oveja que quemaremos en la ofrenda?”
Abram respondió, “Dios proveerá, hijo mío”
Y Él lo hizo. Momentos antes de que Abram degollara a Isaac, “el Ángel del Señor” lo detuvo, diciendo, “Ahora sé que de verdad temes a Dios. No me has retenido ni siquiera a tu hijo, a tu único hijo”.
Luego, mirando hacia arriba, Abram vio un carnero atrapado en un matorral –el sacrificio que ofreció en lugar de Isaac.
Abram nombró esa localidad Jehová-Jireh, lo que significa “El Señor proveerá” (Génesis 22:14).
A través del cordero, Dios proporcionó el sacrificio animal que liberó a Isaac. De forma similar, a través del Hijo, Dios proporcionó un sacrificio que compraba nuestra libertad.
4. El Hombre con el que Jacob luchó antes de encontrar a su hermano distanciado
Jacob, padre de 12 hijos de los cuales emergieron las 12 tribus de Israel, despojó a su hermano de su derecho de nacimiento y bendiciones y luego este huyó por miedo a su vida. Veinte años más tarde, regresando con sus esposas e hijos, él se enteró que su hermano regresaría con 400 hombres armados.
Temeroso, pidió ayuda a Dios y luego paso la noche luchando con un Hombre sin nombre. Él se negó a irse hasta que este hombre, que luego notó que era el Dios mismo (Génesis 32:30, Oseas 12:4) lo bendijera.
En contra de Esaú y su armada, Jacob estaba desesperado y derrotado. Dios era su única esperanza, y Dios apareció. El día siguiente, cuando Jacob se encontró con su hermano cara a cara, no recibió desafíos sino perdón y bendiciones.
Debido a nuestro pecado, nosotros también nos enfrentamos a una muerte segura. Jesús es nuestra única esperanza. La gracia viene de la rendición, pero primero puede que tengamos que luchar con nuestro orgullo y nuestra autosuficiencia. Sin embargo, en el momento que acudamos a Cristo recibiremos vida eterna.
5. La Voz que Habló a Moisés a través del arbusto en llamas
Moisés, un príncipe egipcio convertido en pastor hebreo, se había establecido en una vida tranquila y pacífica como esposo y pastor. Pero un día, notó un arbusto ardiendo en llamas que fallaban en consumirlo. De acuerdo a Éxodo 3:2, el Ángel del Señor, luego revelado como el Gran Yo Soy y el Dios de Abram, Isaac y Jacob, se le apareció a él dentro de ese arbusto.
Mientras Moisés se le acercaba más para investigar esta mirada extraña, Jesús lo llamó por su nombre y le reveló las verdades sobre Sí mismo. “Soy quién Soy” le dijo. (Éxodo 3:14). En otras palabras, “Estoy presente y soy eterno. El que existe por sí mismo y de Quien todas las cosas emergen”
Cuando Dios comisionó a Moisés a ser el liberador de Su pueblo, él se sintió abrumado por la tarea que se le había asignado, pero en tres palabras simples, Jesús le aseguró que su éxito no dependería de su fuerza o habilidades de oratoria. El Gran Yo Soy lo estaba enviando, iría con él y se pararía a su lado.
Con ese tipo de poder, Moisés no podía fallar.
Si pertenecemos a Jesús, tenemos la misma seguridad de la presencia de Dios. Él es y será siempre el Gran Yo Soy, el único autosuficiente, eterno, fiel y omnipotente.
6. En la nube que guió a los hebreos a través del desierto
A través de Moisés, Dios liberó a su pueblo de siglos de esclavitud y los dirigió, con un pilar de fuego durante la noche y una nube durante el día, hacia la tierra prometida. (Éxodo 13:21). Esta redención y herencia conllevo a un doble significado. Sí, Dios los rescató del cautiverio físico. Pero Sus deseos para ellos, y para nosotros, van mucho más allá. En el Éxodo de Israel, tenemos un vistazo del plan de redención de Dios con Jesús, el que murió para liberarnos de nuestra esclavitud hacia el pecado.
La conexión queda clara en 1 Corintios 10. Desde los versículos uno al cuatro, se apunta a esa historia antigua, en la que Dios rescató a su pueblo y luego los guió, con una nube durante el día y un pilar de fuego durante la noche, hacia una amplia tierra prometida. Este pasaje revela nuestras bases inquebrantables en Cristo, “Todos ellos” dijo, “comieron los mismos alimentos espirituales” y “bebieron de la roca espiritual que viajó con ellos, y esa roca era Cristo”:
Jesús cubrió cada una de sus necesidades, mientras se abrían camino en el desierto y al hacerlo, les enseñó a confiar completamente en Él. Él quiere lo mismo para nosotros. Nuestro trabajo o salud puede fallar, pero Jesús nunca lo hará. Aquellos que confían en Él encontrarán una roca segura en la cual levantarse.
7. A Gedeón antes de enviarlo a derrotar a los Madianitas
Luego de rescatar a Su pueblo de la esclavitud, Dios les dio una promesa y una advertencia. Si lo amaban y obedecían todo iría bien, pero la rebelión traería consecuencias. (Deuteronomio 11:8-32) Desafortunadamente, debido a una obediencia parcial que conllevó a la rebelión, al pueblo se le decomisó su protección. Sin defensa, eventualmente cayeron presas de los Madianitas, quienes los llevaron al borde del hambre (Jueces 6).
Desesperado, lloraron por ayuda a Dios, y Él respondió al comisionar a un hombre atemorizado y aparentemente insignificante llamado Gedeón a liderar a la nación en la batalla.
Al principio, Gedeón no tenía idea de que estaba hablando con Cristo. Pero cuando las flamas emergieron espontáneamente y devoraron su ofrenda, él entendió que había encontrado a Dios. Atemorizado exclamó, “Estoy condenado” Pensó que seguramente moriría, pero Dios respondió, como lo hace con nosotros cuando estamos consumidos con miedo “No tengas miedo”.
Lo asombroso de Jesús al principio atemorizó a Gedeón, pero luego le trajo paz –cuando Dios luchó en su representación. Jesús lucha en nuestra representación también, y solo Él comanda nuestra victoria.
8. Como el Ángel que le dijo a la madre de Sansón que ella tendría un hijo.
Luego de seis ciclos de rebelión y opresión, seguidos por la liberación divina, una nación poderosa una vez más sitió al pueblo de Dios. Como es usual, Dios tenía un plan. Un día, el Ángel del Señor, más tarde revelado como Dios (Jueces 13:22) se le apareció a una mujer infértil israelita. “Pronto quedarás embarazada y tendrás un hijo varón”, dijo. “Él comenzará a rescatar a Israel de los Filisteos”.
Emocionados, el esposo y esposa le pidieron a Dios más instrucciones acerca de cómo criar a este hijo especial. En respuesta a sus oraciones, Dios apareció dos veces más, durante esta última él le dijo al padre de Sansón que preparara una ofrenda. Cuando cumplieron, Jesús reveló Su gloria al ascender al cielo desde el fuego. Luego de ver esto, el esposo y esposa cayeron con sus caras hacia el suelo “Ciertamente moriremos” dijo el hombre, “porque hemos visto a Dios”.
Pero Dios no vino a condenarlos o a matarlos. Por el contrario, Él vino a salvarlos. Jesús tampoco vino a condenarnos. Él vino a darnos vida. (Juan 3:17).
9. El ser majestuoso que el profeta Isaías vio sentado en un trono celestial
Cuando Dios comisionó a Isaías a que hablara por Él, lo hizo a través de una visión. (Isaías 6:1-10) En esta, el anciano hebreo vio a Cristo, sentado en un trono elevado y rodeado por ángeles que lo adoraban. Las escrituras nos dicen que el templo se sacudió y fue llenado con humo.
Parado frente a un Dios santo, referido acá como el Señor del Ejército de Ángeles, Isaías fue extremadamente consciente de su pecado. Sintió ciertamente que había sido condenado, pero uno de los ángeles tocó sus labios con un carbón encendido y lo declaró libre de culpa. Una vez que fue purificado de su pecado, Dios lo envió a compartir la verdad con Su pueblo –un mensaje de esperanza, vida y salvación.
En Juan 12:41, aprendemos que este Ser poderoso era el mismo Cristo hablando sobre el día que vendría a esta tierra en carne y hueso y moriría por nuestros pecados. El mensaje de Jesús no ha cambiado, y Él aún busca sirvientes, como tú y yo, para llevar a otros a conocer Su piedad.
10. Posiblemente el hombre parado en el fuego con Sadrac, Mesac y Abed-nego.
Los comentaristas no están seguros, pero algunos creen que Jesús se apareció en un horno encendido para permanecer detrás de tres hombres sentenciados a morir (Daniel 6). Puede que estes familiarizado con esta historia. Alrededor del año 600 a.C., Babilonia conquistó Judá y tomó un grupo de judíos como rehenes. Sadrac, Mesac y Abed-nego estaban entre ellos y rápidamente ascendieron a posiciones de autoridad –en una nación pagana mientras permanecieron leales a Dios.
Sin embargo, su fidelidad causó problemas cuando el Rey levantó una estatua de oro y pidieron a todos que se inclinaran y la adorarán. Cuando Sadrac y sus amigos se negaron, el Rey Nabucodonosor hizo que los lanzarán a un horno encendido. Ciertamente las llamas los matarían. Sin embargo cuando miraron hacia arriba, él vio a un hombre que lucía “como un Dios” (Daniel 3:25) parado entre ellos.
Inmediatamente, el Rey hizo llamar a los hombres y los mismos salieron ilesos.
Los comentaristas piensan que el cuarto Hombre adentro era Jesús. Él permanece con nosotros en nuestras más grandes dificultades dándonos fortaleza, consuelo y protección.
Jennifer Slattery es una escritora, editora y vocera quien ha dirigido grupos femeninos en la iglesia, estudios bíblicos y escribe alrededor de toda la nación. Ella es la autora de seis novelas contemporáneas y mantiene un blog devocional fundado en JenniferSlatteryLivesOutLoud.com. Ella es apasionada por ayudar a las mujeres a descubrir, aferrarse y vivir por quienes son en Cristo. Como la fundadora de Ministerios Completamente Amados, ella y su equipo se unen con iglesias para facilitar eventos diseñados para ayudar a que las mujeres descansen con su valor verdadero y vivan con un impacto máximo. Visítala en su página para descubrir más acerca de sus audiencias o para reservar un ticket para su próximo evento femenino, y suscríbete para recibir sus cartas gratis y permanecer actualizada con sus presencias, proyectos y estrenos futuros. Cuando no escribe, lee o edita, Jennifer adora ir a citas en centro comerciales con su hija y a citas en cafés con su divertido esposo.