Quien ha sido madre, siempre lo será. Podemos entrar a la maternidad a través de diferentes etapas, pero aun si mecemos a nuestros bebés de alegría desde el primer momento de sus vidas o los apegamos a nosotros más tarde, nuestro amor solo crece desde el día en el que nos conocemos. He sido madre por más de veinticuatro años. Seré una madre por el resto de mi vida. No importa cuántos cumpleaños hayan pasado mis hijos, cuán lejos se muden o cuán bien logren cuidar de ellos mismos, aún son bebés en mi corazón. Siendo nuevas en esto de la maternidad, podríamos haber escuchado que era un trabajo a tiempo completo, un trabajo eterno. Pero ¿alguna de nosotros comprendió de verdad lo que 24/7 para toda la vida significaba? Yo no. Aun, si la maternidad hubiera venido con un cartel de advertencia, el día a día no se hubiera hundido hasta que intentara vivirlo. La realidad es menos “tomar distancia” y más “pisar agua para no ahogarnos”. Recordar las siguientes diez cosas me ayuda a mantenerme a flote:
1. Se supone que los niños cometan errores
Es su trabajo. Y es nuestro trabajo ayudarlos. Cuando llegó el momento de enseñarle a mis tres hijos a conducir con sus licencias de aprendiz, todos cometieron los mismos errores. Pisaron el pedal de aceleración y el pedal del freno al mismo tiempo, giraron muy ancho o de forma muy brusca, tenían problemas permaneciendo en su carril y cuando otro conductor rompió las reglas en la carretera, ellos no estaban seguros de cómo reaccionar.
Los meses que conducimos juntos fueron sesiones para ellos de cometer errores y para mí de mostrarles cómo corregirlos. Mientras más practicaban, más mejoraban, hasta que superaron la mayoría de los problemas y manejaron junto a malos conductores sin mi supervisión. Esa era mi meta.
Ocurre lo mismo al criar niños. Los tenemos bajo una “licencia de aprendiz” por una cantidad limitada de tiempo antes de andar por sí solos. Quiero usar ese tiempo no solo para mantenerlos seguros cuando no tienen las herramientas para protegerse a sí mismos, sino también para entrenarlos sobre cómo corregirse a sí mismos. Los errores son parte del crecimiento. La peor cosa que podemos hacer como madres es mantener a nuestros niños con un patrón en el cual los castigamos sin darles una forma madura de hacer las cosas bien.
Recuerda - las elecciones de nuestros hijos, y cómo los ayudamos a manejar las fallas, los hacen mejores conductores de su propia vida.
2. Las disculpas son profundas
Nuestros hijos no sólo cometerán errores, tú también lo harás. Así como ellos no vienen con instrucciones pegadas en sus pañales, nadie va a darte un manual para ser mamá. Tan temeroso como suene, muchas relaciones entre madres e hijos se forman desde ambos lados a medida que experimentamos. Todos estamos tratando de entender cómo funciona.
Si algo no funciona, no tengas miedo de cambiar. Una caña no sobrevive en el viento por ser rígida, se dobla y cede. Mientras nuestros hijos crecen, sus necesidades cambian. Para mantener nuestras relaciones vivas, necesitamos ajustar nuestra formación.
Las transiciones pueden ser traicioneras. Gritamos cuando debimos habernos quedado callados, comenzamos a aconsejar cuando debimos haber escuchado, decimos o hacemos cosas ridículas por miedo, y hasta nos achicamos en oportunidades. Nadie es perfecto. Y eso está bien.
Recuerda - enseñaras más a tus hijos al ser real y al pedir disculpas que al pretender que eras tú quien tenía la razón.
3. En tus años como madre, crecerás y cambiarás mucho o incluso más que tus hijos
Las relaciones son complicadas. Puedo escoger a mi esposo y a mis amigos, pero no tengo ese lujo cuando se trata de mis hijos. No podemos mandarlos y ordenarlos a ser “obedientes, inteligentes y respetuosos con una compasión y una mentalidad de querer salvar el mundo”. Ellos no vienen pre-cocinados.
Has escuchado eso de “para bien o para mal” cuando se trata de matrimonio. Multiplica eso por un millón cuando se trata de tus hijos. Es más difícil escaparse de ellos. Y, a diferencia de una sociedad de igualdad en el matrimonio, en una relación de madre e hijo tienes que ser el adulto el 100% del tiempo.
En Proverbios 27:17 se nos dice, “El hierro con hierro se afila, y un hombre aguza a otro.” Conviértete en una persona de acero. Moldeando navajas. A veces tan profundo que te haga sangrar. Tus hijos te presionarán y te probarán y acabarán con lo que pensabas que eras - hasta que seas la mejor persona que puedas ser.
Recuerda - adopta la actitud educada que quieres que tus hijos tengan y úsala en los momentos que pasen juntos para moldearla.
4. No hay cosa tal como “una talla nos queda a todos” cuando se trata de niños o madres
Cada uno de nosotros trae nuestras experiencias y expectativas pasadas - buenas y malas - a la maternidad. Esfuérzate en no dejar que el pasado conduzca nuestro futuro. Pero incluso si superamos lo negativo, veremos el mundo aún a través de nuestros lentes personales y abordaremos la maternidad desde distintos ángulos.
Nuestros hijos vienen al mundo como sus propias personas también. Comenzando por decir que la curva de aprendizaje de la madre con cada hijo nuevo es dura. Lo que funciona con un niño es un desastre para otro. Lo que tu niño tranquilo necesita en términos de disciplina no se parece a como tratarías a tu hijo salvaje. Y no hay algo como cosa justa.
El mundo cambiante en el que vivimos, compone esa curva de aprendizaje. Crie a mi hijo mayor antes de que el teléfono nos robara nuestras vidas, mientras que mi hijo más joven no sabe sobrevivir sin las redes sociales. La forma en la que interactúo con ellos y los lineamientos que han dado son completamente diferentes.
Recuerda - ser una madre puede hacernos sentir como Pablo cuando él menciona ser “todo para todas las personas” en 1 Corintios.
5. Que tus hijos pasen de ser niños a adolescentes no significa que puedes respirar
La maternidad no viene con descansos o vacaciones. Cuando mis hijos eran bebés, estaba exhausta de despertar con ellos toda la noche. Cuando crecieron, estaba en una carrera constante detrás de ellos todo el día. Cuando se volvieron adolescentes, estaba preocupada por ellos día y noche.
Al menos cuando mis niños eran pequeños, controlaba a donde iban, con quién estaban y cuánto tiempo pasaban bajo mi guardia. Cuando llegaron a educación media y secundaria, especialmente luego de obtener sus licencias de conducir, ese ojo vigilante apenas captaba destellos de ellos.
Mi vida con hijos mayores juega un juego interminable de veinte preguntas en las cuales voltear la mirada, gruñir, y los actos de desaparición reemplazan el tradicional “Sí” y “No”. Si hubiera una necesidad de tener súper poderes, sería ahora. Si pudiera, hubiera pedido la habilidad de leer mentes.
Recuerda - tus jóvenes te necesitan aún más que tus niños pequeños. No renuncies aún. ¡No en este momento crucial!
6. Reglas del triunfo en las relaciones
Aún más, mientras tus hijos se convierten en sus propias personas. Puedo gritar y prohibir y castigarlos sin coches o teléfonos - a veces necesitan ese tipo de intervención - pero eso de verdad no cambia su corazón o comportamiento.
Llega un punto en el que los “te lo dije” no serán suficientes. Los hijos necesitan razones reales, sus propias razones, escoger entre lo que está bien y mal, lo que ayuda y lo que hiere. Por más que queramos pasarles nuestro compás moral, necesitamos dejar que tomen su tiempo para construir el suyo.
Esto es espantoso para las madres. Tendemos a jugar en los “peores escenarios”. No siempre podemos proteger a nuestros bebés de lo que la vida les lanza o de las malas decisiones que van a tomar. Lo que podemos hacer es ofrecer un momento para conversar las cosas, dar un consejo cuando lo pidan y dar piedad cuando ellos no la den.
Recuerda - mientras más inviertas en tu relación con tus hijos, más libertad tendrán para compartir sus vidas contigo y mayor peso tendrán tus decisiones.
7. Las decisiones de nuestros hijos no necesariamente reflejan nuestros esfuerzos en la maternidad
Si tienes más de un hijo, probablemente has entendido que múltiples hijos educados en el mismo entorno y por la misma persona con las mismas reglas, no resultan de la misma manera.
Hacemos nuestro mejor intento al amar y nutrir nuestros hijos porque queremos que sean de la mejor forma y queremos lo mejor para ellos. A veces nos equivocamos. A veces estamos en nuestro punto. Pero dentro, la motivación detrás de todo lo que hacemos y decimos es el amor. Muy mal que no podamos convertir a nuestros hijos en mejores personas con el amor.
Piensa en qué te ha formado. Mi raíz está formada de lo que mis padres me enseñaron, pero las mejores cosas sobre mí resultaron de vivir por mí misma. No era compasiva hasta que mis hijos sufrieron a través de pruebas con el cáncer, ansiedad y depresión.
Recuerda - incluso cuando nuestro momento como los influenciadores principales de nuestros hijos terminen, Dios nunca termina con ellos.
8. No pases por esto sola
Hay seguridad en números. Bien sea que eres una madre soltera o tengas un compañero de paternidad, hay algo especial en las madres que celebran sus triunfos y comparten sus cargas.
A veces, el saber que no estoy sola hace la diferencia en cómo veo y manejo a mis hijos y a mí misma. Tus hijos no pueden resolver tus problemas, pero pueden escucharte y motivarte y orar. También pueden ofrecer ayuda de formas en las que no habías pensado. Y tú puedes hacer lo mismo.
Recuerda - no eres la única madre en la lucha.
9. No puedes alejar a tus hijos del mundo
Pero puedes enseñarles cómo domarlo. Soy una madre partidaria de la educación en casa. Se nos conoce por ser “padres-helicópteros”. Vamos a viajes de campo con nuestros hijos de diecisiete años de edad, monitoreamos las redes sociales de nuestros hijos y chequeamos el GPS ante su mínimo movimiento.
Todo eso de helicóptero quizás no le está haciendo a nuestros hijos ningún favor. Por protegerlos obsesivamente, los alejamos de estar preparados para salir solos a un mundo repleto de trampas potenciales. En vez de evadir, armémoslos con trucos para evadir tropezarse con malas elecciones y habilidades de camino para que se salven cuando den un mal paso.
Recuerda - el mundo no va a cambiar. Dales a tus hijos el regalo de la navegación práctica.
10. No tienes el poder para cambiar el corazón de tus hijos
Pero Dios sí. Hay un montón de estática en el mundo y tu voz puede perderse fácilmente. O ser silenciada intencionalmente. A veces la cosa más perjudicial que podemos hacer como madres es hablar de un asunto hasta el final. Ten en mente que “hasta el final” significa una cosa para ti y otra para tu hijo. Si traes algo al aire más de una o dos veces te pones en riesgo por quedarte estancado en algunos puntos de la paternidad.
Hay momentos para dejar esas cosas ir y momentos para mantenerlas a flote - especialmente cuando la seguridad es un problema. Algunos asuntos requieren un diálogo abierto y consistente. Conoces a tu hijo mejor que nadie. Si no estás segura de cuándo seguir o dejarlo así, cubre tus preocupaciones en la oración.
Tomate un segundo para imaginar cuanto te importa tu hijo, luego cree que a Dios le importa mucho más. Si escuchas Su orientación, Él los guiará a ambos hacia donde necesitan ir.
Recuerda - solo Dios puede susurrar a un corazón endurecido, saltar frente a una tragedia repentina, y arremeter como un Salvador de Almas. Y no olvides, Él también está en el proceso de redención. Lo que se siente como un final roto puede hacer espacio para un hermoso comienzo luego. No solo para tu hijo, para ti también.