La mayoría de nosotros tiene el deseo de dar. Queremos ayudar a aquellos que están necesitados. Simplemente queremos asegurarnos de no estamos quemados en el proceso.
Solía trabajar en una oficina en un edificio del centro de la ciudad. Ocasionalmente, saldría de la oficina y caminaría un rato. Cada vez que salía, podía esperar encontrarme con un hombre en particular. Probablemente se encontraba en sus tardíos sesentas, pero por el tiempo transcurrido en la calle, lucía como si tuviera más de noventa años de edad.
De este hombre siempre me chocaba la forma en la que pedía dinero. Mientras se apoyaba en su bastón, hacía una gran mueca en su cara para tratar de obtener la atención de quienes estuvieran cerda. Luego con una sonrisa aún más grande que la mueca, diría “dame un dólar.” Si él conocía a la persona y ya había sido rechazado antes, cambiaría este párrafo y diría “Cómprame una taza de café.”
Su sonrisa era intrigante, pero al mismo tiempo necesitaba trabajar en lo que decía a las personas. Quizás suavizar el acercamiento hubiera ayudado un poco. – si llegas al punto de pedir en las calles “Dame” no es la palabra más apropiada.
Una o dos veces, ayude a ese hombre. Pero la mayoría de las veces no quería tener nada que ver con él. Durante mis salidas de la oficina, trataba de evadir la cuadra en la que él estaba.
¿Por qué hacemos eso? ¿Por qué tanto nos alejamos de oportunidades para ser generosos?
Déjame ofrecerte algunas observaciones:
1.- Evadimos la generosidad a causa del miedo
A veces tememos a la persona que pide ayuda. Tememos que tomarán el regalo y lo usarán de la forma errada. O quizás solo tememos estar cerca de una persona que no es como nosotros. Shane Claiborne ha dicho, “La tragedia más grande de la iglesia no son los cristianos ricos a los que no les preocupan los pobres, sino esos cristianos ricos que no conocen a los pobres.” Creo que esto está probablemente atado al hecho de que tememos a cosas como la inestabilidad mental y la desesperación existentes en la pobreza.
Más allá de eso, luchamos con el miedo de dar mucho. Racionalizamos nuestra falta de generosidad al decir cosas como, “¿Y si doy mucho y no soy capaz de pagar mis cuentas?” Nos preguntamos, “¿Y si ocurre algo inesperado esta semana o durante el mes?” Y de esta forma permitimos que el miedo dicte nuestra generosidad.
2.- No somos generosos debido a la pobre planificación
¿Has estado en una situación en la que realmente te sientes listo para dar, pero no tienes los recursos? Desafortunadamente, muchos individuos no pueden ser generosos porque no han construido márgenes en sus vidas. No tienen tiempo de ayudar a un amigo o para invertir en su familia porque trabajan muchas horas. Operamos nuestras vidas como la aerolínea opera la venta de boletas. Nos sobresaturamos y la generosidad queda en el fondo de la lista.
Cuando se trata de generosidad financiera, muchas personas se pierden la alegría de dar porque fallan al planificar la generosidad. Tenemos un plan de gasto (presupuesto), tenemos un plan de ahorros (inversión), pero ¿Cuántas personas tienen un plan para dar?
3.- Evadimos la generosidad porque nunca hemos considerado realmente la generosidad de Dios
Philip Yancey dice “Hay un solo Proveedor en el universo, todos los demás son deudores. Para todos nosotros, deudores, quienes quieren seguir las maneras de Dios, solo tiene sentido que tengamos vidas generosas. Sin embargo, es mucho más sencillo seguir las maneras de la sociedad que seguir las maneras de Dios.
4.- Estamos más preocupados acerca de impresionar a nuestros vecinos de lo que lo estamos acerca de complacer a nuestro Salvador
Lo sé. Esta duele. Desafortunadamente, es cierto. Muchas personas que conozco tienen el deseo de ser generosos. Nos decimos a nosotros mismos que bajo las verdaderas circunstancias, daremos. Pero, nuestro constante hacer se atraviesa en el camino de dar.
En el libro, Loco Amor, Francis Chan apunta a que “Las personas poco interesadas dan dinero a la caridad y a la iglesia siempre y cuando esto no cambie su estándar de vida” En otras palabras, valoramos nuestro estándar de vida – y lo que otros piensan acerca de nuestro estándar de vida – más de lo que valoramos al único que “se empobreció por nuestra causa para que nosotros pudiéramos enriquecernos”
Esos cuatro sentimientos han sido ciertos en mi vida de un momento a otro. ¿Y tú? ¿Qué te aleja de imitar la generosidad de Dios?