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Siempre que oramos por ustedes, damos gracias a Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo,
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pues hemos recibido noticias de su fe en Cristo Jesús y del amor que tienen por todos los santos
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a causa de la esperanza reservada para ustedes en el cielo. De esta esperanza ya han sabido por la palabra de verdad, que es el evangelio
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que ha llegado hasta ustedes. Este evangelio está dando fruto y creciendo en todo el mundo, como también ha sucedido entre ustedes desde el día en que supieron de la gracia de Dios y la comprendieron plenamente.
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Así lo aprendieron de Epafras, nuestro querido colaboradorc y fiel servidor de Cristo para el bien de ustedes.d
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Fue él quien nos contó del amor que tienen en el Espíritu.
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Por eso, desde el día en que lo supimos no hemos dejado de orar por ustedes. Pedimos que Dios les haga conocer plenamente su voluntad con toda sabiduría y comprensión espiritual,
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para que vivan de manera digna del Señor, agradándole en todo. Esto implica dar fruto en toda buena obra, crecer en el conocimiento de Dios
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y ser fortalecidos en todo sentido con su glorioso poder. Así perseverarán con paciencia en toda situación,
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dando gracias con alegría al Padre. Él lose ha facultado para participar de la herencia de los santos en el reino de la luz.
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Él nos libró del dominio de la oscuridad y nos trasladó al reino de su amado Hijo,
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en quien tenemos redención,f el perdón de pecados.
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Él es la imagen del Dios invisible, el primogénitog de toda creación,
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porque por medio de él fueron creadas todas las cosas en el cielo y en la tierra, visibles e invisibles, sean tronos, poderes, principados o autoridades: todo ha sido creado por medio de él y para él.
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Él es anterior a todas las cosas, que por medio de él forman un todo coherente.h
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Él es la cabeza del cuerpo, que es la iglesia. Él es el principio, el primogénito de la resurrección, para ser en todo el primero.
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Porque a Dios le agradó habitar en él con toda su plenitud
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y, por medio de él, reconciliar consigo todas las cosas, tanto las que están en la tierra como las que están en el cielo, haciendo la paz mediante la sangre que derramó en la cruz.
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En otro tiempo ustedes, por su actitud y sus malas acciones, estaban alejados de Dios y eran sus enemigos.
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Pero ahora Dios, a fin de presentarlos santos, intachables e irreprochables delante de él, los ha reconciliado en el cuerpo mortal de Cristo mediante su muerte,
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con tal de que se mantengan firmes en la fe, bien cimentados y estables, sin abandonar la esperanza que ofrece el evangelio. Este es el evangelio que ustedes oyeron y que ha sido proclamado en toda la creación debajo del cielo, y del que yo, Pablo, he llegado a ser servidor.
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Ahora me alegro en medio de mis sufrimientos por ustedes, y voy completando en mí mismoi lo que falta de las aflicciones de Cristo, en favor de su cuerpo, que es la iglesia.
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De esta llegué a ser servidor según el plan que Dios me encomendó para ustedes: el dar cumplimiento a la palabra de Dios,
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anunciando el misterio que se ha mantenido oculto por siglos y generaciones, pero que ahora se ha manifestado a sus santos.
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A estos Dios se propuso dar a conocer cuál es la gloriosa riqueza de este misterio entre las naciones, que es Cristo en ustedes, la esperanza de gloria.
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A este Cristo proclamamos, aconsejando y enseñando con toda sabiduría a todos los seres humanos, para presentarlos a todos perfectos en él.
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Con este fin trabajo y lucho fortalecido por el poder de Cristo que obra en mí.